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El rescate del Faro del Fin del Mundo
v i d e o Video:3M Avi
En noviembre de 1996, cuando presentamos nuestro sitio en el Instituto Goethe de Buenos Aires, decidimos utilizar una foto reciente del Faro de Fin del Mundo, o más bien, de lo que quedaba de él. Ninguno de nosotros imaginaba que tres meses más tarde, en la Isla de los Estados no iban a quedar ni siquiera esas escasas ruinas del faro de San Juan de Salvamento, levantado por el coronel de marina Carlos Augusto Lasserre e inaugurado el 25 de mayo de 1884.

El jueves 27 de febrero de 1997, en su camino desde la Antártida hacia Buenos Aires, el rompehielos Almirante Irizar hizo una escala en la Isla de los Estados y retiró los restos del faro que aparecen en la foto. Éstos fueron trasladados a Ushuaia para su restauración. "La operación, lejos de ser simple, hizo necesario el concurso de los helicópteros del rompehielos para transportar a cubierta estas piezas de gran valor histórico y que Julio Verne inmortalizara en sus novelas" indicaba el Comando del Área Naval Austral a cargo.

El faro original proyectaba su luz para guiar a los barcos que se aventuraban por el Estrecho de Drake. A principios de siglo, Julio Verne escribía su novela Le phare du bout du monde cuando le sobrevino la muerte. El texto fue publicado póstumamente por la Sociedad Julio Verne de París y trataba acerca de la invasión de la isla por parte de una banda de piratas. Verne especulaba en ésta, así como en el resto de sus obras, con la posibilidad de acceder a tierras inexploradas al margen del mundo conocido.
Al sur del Estrecho de Magallanes, el territorio ocupado por Tierra del Fuego figuró durante años en los mapas como "Terra Australis Incognita" o "Finis Terrae". Más allá de sus fronteras, se encontraba un mundo de horizontes abiertos, falto de límites y contornos, donde la nada estaba a punto de devorar al ser, un ser occidental correspondientemente cartografiado a partir de sus cuatro puntos cardinales. Cartografiar genera la ilusión de un mundo organizado según esquemas mentales derivados de una lógica cartesiana. Fuera de ese esquema, el hombre está perdido, desorientado.

Hay una memorable imagen que varios de nosotros recordamos: la de los guardianes del Fin del Mundo de la película El Corazón de Cristal, de Werner Herzog: cuatro personajes enfundados en sus capas negras, de pie sobre una montaña de roca en el medio del océano, con la mirada perdida en el horizonte. Su misión: alertar al mundo conocido de posibles amenazas desconocidas. Dice la voz del vidente:
"Estoy mirando a la distancia, hasta el Fin del Mundo, y antes de que acabe el día llegará el final: primero se derrumba el tiempo y luego la tierra. Las nubes se enfurecen, la tierra hierve después. Esa es la señal, el principio del fin".


BELEN GACHE