Tres acciones
Gustavo Romano

Galería Ruth Benzacar
Marzo/Abril, 2000

 


TRES ACCIONES

Me jacto de experimentar, duraderamente "maravillado", las Tres acciones, todavía sin título, de Gustavo Romano. Se trata precisamente de eso: acciones cuyos nombres van a evolucionar hacia la invención continua de sus títulos, como el durmiente que dijo que soñaba con la pregunta ¿por qué vuelo yo en mis sueños? Y donde comprendemos que Imaginar un sueño digital es la simulación de la esperanza de un sueño recobrado en lo doméstico: el Tiempo. El tiempo que tardaré en apagar una vela de pabilo infinito; el tiempo que tardaré en pixelar una superficie de vigilancia invisible, etc.

Acciones donde el objetivo no es la acción pura —que está elidida—, sino el registro, siempre posible, de la acción.

Tuvimos en un híbrido librito de los años ‘60, Pomelo, de Yoko Ono, las primeras propuestas o alzados de acciones imposibles, es decir "poéticas", es decir infinitas. "Contar todas las palabras del libro en vez de leerlas...reemplazar todas las palabras del libro por números y leer..."

Pero como nos explica Gustavo Romano: "...hay una vuelta de tuerca sobre esas acciones de los ´60, dado que hoy están atravesadas de tecnología. La tecnología les agrega un componente que las fractaliza, que las desarticula. Por ejemplo, para el fósforo encendido que nunca se apaga, la tecnología congela el instante, hace que el tiempo no transcurra. En el caso de Pixels, la mirada vigilante del satélite aplana todo y logra la borradura donde no se percibe la acción. Y así..."

El arte —y la poesía también— buscan la conquista absoluta del espacio liso, como lo ha intentado demostrar Paul Virilio en su ejemplo del fleet in being : una flota de un solo barquito extiende su poderío sobre todo el océano; su fuerza no consiste en otra cosa que en su completa invisibilidad.

Me atrevería a decir que el poder del arte y la poesía consiste en ese avance: la tecnología no frustrará la delectación como el ferrocarril no mató ni la contemplación ni a los contempladores. La tecnología corta, sin duda, hace sección en la impresión y en el afecto como devenir, y vuelve posible e instantáneo el tiempo oscuro y apenas demorado de la utopía y del anhelo. En todo caso es la metáfora de lo que parece acortar la eternidad. Y las acciones, las instalaciones y las utopías realizables del arte conceptual —cuya actualidad no es sino una práctica soberana del tedio dichoso de los niños—, suspenden en la invisibilidad su flota, su poderío. Son otra vez el barquito de plomo que no va de un punto a otro del espacio estriado, sino al arte cenagoso de lo invisible que quiere durar.

Arturo Carrera. Bs.As.,

marzo del 2000.